Esperanza sin cursilería

25 diciembre, 2016

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El pasado octubre festejé mi cumpleaños número 34  facilitando una serie de talleres en la oscuridad para alumnos de la Prepa Tec Cumbres. Fue una experiencia bastante enriquecedora para mí, pues me encontré (con escasa expectativa, lo confieso) con un reconfortante nivel de entendimiento y curiosidad entre los adolescentes.

Durante el Diálogo en la luz con el que cerramos cada taller, una chica nos preguntó a mí  y a Gabriel: “¿Cuando perdieron su vista se enojaron? ¿Se enojaron incluso con Dios? ¿Se preguntaron por qué a ustedes?”

Gabriel tiene su historia, él se quedó ciego apenas hace un año y medio, a los 45 años, ya con una vida hecha. Yo tengo una historia distinta, lo mío fue a los 6, por leucemia. Sin embargo, invariablemente la respuesta de ambos fue sí.

Cada uno a su modo, cada uno en su momento y cada uno por sus razones, pero claro que ambos nos enojamos, despotricamos, maldijimos y blasfemamos. Los dos nacimos viendo, y seamos realistas, ¿a quién le gusta pasarse al bando de los discapacitados cuando nació disfrutando de lo que llamamos “normalidad”?

La pregunta que siguió fue: “¿y qué hicieron?”

NO hay muchas opciones. Básicamente son dos o tres: o decide usted suicidarse; o continúa viviendo miserablemente el resto de su existencia, culpando constantemente a las fuerzas externas (gobierno, sociedad, Dios, suerte, etc); o decide vivir dignamente, haciendo el mejor de los papeles, olvidándose de fuerzas externas, hubieras o causas inexplicables.

Pero lo anterior no se lo dije a los estudiantes. Más sabiamente Gabriel da una respuesta muy simple, la cual encierra demasiada complejidad humana: “buscar el para qué en vez del por qué”.

Unas semanas después de esos talleres leí la siguiente frase, atribuida a Carl Sagan: “es mejor encender una luz que maldecir la oscuridad”.

Me entusiasmó saber que la frase venía de un científico, si bien tenía mis dudas. Pero buscando en internet, no pude corroborar que tal frase la haya dicho el doctor Sagan. En cambio parece ser algún antiguo proverbio Árabe, o Chino, o vaya usted a saber de dónde. En realidad no importa de dónde o de quién salió la frase, lo que me importó es que me movió y la juzgué bastante poderosa.

La frase sintetiza, quizá de forma algo metafórica, la respuesta que Gabriel le dio a los alumnos: buscar el para qué en vez del por qué. Y la frase simboliza muchas otras cosas que oímos con frecuencia en forma de frases baratas: enfocarnos en lo bueno en vez de lo malo, dejar de culpar a otros y asumir responsabilidad, ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío, etc.

Pero cualquier frase le puede sonar barata si no la ha vivido en carne propia. Yo hoy veo a Gabriel esforzándose por encontrar sus para qués y luchando por dejar sus por qués de lado. Yo hoy me veo por la vida buscando o provocando oportunidades de combustión en un mundo que en buena medida no entiendo pero que sé que puedo iluminar para mí y quizá para otros.

La frase puede ser también una reseña algo poética de lo que sucede en las cenas o talleres en la oscuridad que hacemos. Lo ponemos a usted en esa negrura total, incómoda y desquiciante para que logre encender alguna luz en su interior.

Al final todas mis ideas y pensamientos confluyen en una palabra que no menciono con frecuencia: esperanza. Encender luces o buscar los para qués son prácticas de esperanza. Vivir ciego en un mundo de gente que ve es practicar la esperanza. Me guste o no, me asumo como un practicante de esperanza, y eso es algo que puedo transmitir. La esperanza entendida como el convencimiento de que al paso siguiente puedo lograr eso que aún no realizo y que me puede llevar a vivir más pleno.

Y hoy todos necesitamos practicar la esperanza. Sólo observe a su alrededor. ¿Apoco no?

Pepe Macías

pepe@dialogoenlaoscuridad.com.mx

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