14 junio, 2021
Sabemos que los sesgos y los prejuicios están en la raíz del tema de la inclusión laboral y de la inclusión a cualquier nivel. Son una de las razones de por qué este tema avanza a pasos de bebé.
Sin embargo, no deja de ser sorprendente y revelador cuando nos encontramos con uno de estos sesgos, expresado con total sinceridad e inocuidad.
Impartí un taller piloto de diversidad e inclusión a través de Diálogo en la Oscuridad Internacional. Los participantes eran europeos, profesionales del sector provenientes de distintas empresas.
En una dinámica, yo pasaba de ser el facilitador del taller a ser un integrante más del equipo. Nuestro objetivo era cumplir con una tarea que se nos había asignado, al tiempo que trabajábamos la inclusión del nuevo compañero con discapacidad – o sea yo. La tarea era totalmente visual y consistía en poner en orden algunas imágenes.
En mi equipo la tarea se cumplió, pero la inclusión no funcionó. En un inicio intenté incluirme a través de preguntas, observaciones y opiniones, pero en cierto momento, la presión por cumplir con el objetivo de la tarea y el poco tiempo disponible absorbieron al equipo y mi rol perdió toda relevancia.
Cuando compartimos nuestras reflexiones, una participante dijo – traduzco del inglés: “Yo creo que Pepe debería de estar contento, porque en el equipo vaya que describimos con mucha precisión las imágenes de la dinámica”.
¡Yo quería infartarme! pero tuve que mantener la compostura en mi rol de facilitador.
La verdad es que agradezco el comentario por su sinceridad, y porque fue expresado de una forma que no intentaba ofender; era el pensamiento genuino de la mujer. De acuerdo con su lógica, yo debería de estar feliz porque fui parte del equipo y porque ellos me describieron con precisión lo que estaban haciendo.
Sin embargo esta lógica es un obstáculo para la genuina inclusión. Traducida a un contexto amplio, esta lógica sería algo así como: las personas con discapacidad deben de estar felices y agradecidas de que tengan un trabajo en la empresa.
En principio no suena mal; pero si demandamos que las personas con discapacidad estén felices solo por eso, y no por ser parte activa de sus equipos en la empresa, por pertenecer, por aportar, por contribuir al resultado y por encontrar un significado a través de su trabajo, entonces estamos aún muy lejos de la meta.
Esta lógica refleja perfectamente el enfoque en la diversidad que impera en muchas empresas: que haya presencia plural y diversa en los equipos; y refleja también el desenfoque prevaleciente en la inclusión: aunque no aporten nada, aunque estén ahí solo para cubrir la cuota y para reconfortar tanto sus consciencias – al fin y al cabo tienen un trabajo –como nuestras consciencias – estamos empleando gente con discapacidad.
Fue un gran taller el que vivimos, y le agradezco mucho a la persona que se expresó tan sinceramente. La cuestión es, ¿cómo transformamos esa lógica en otra más constructiva e incluyente?
Pepe Macías
pepe@dialogoenlaoscuridad.com.mx