Un viaje resiliente II: Caras

14 diciembre, 2016

img_7618En este año  y meses desde que me quedé ciego, ha habido un montón de cosas que me he resignado a que ya no las volveré a ver. Hay muchas otras cosas de las cuales mi memoria me da la imagen de cómo son.

La imaginación juega un papel importante en mi proceso de ceguera y, por medio de ella, yo puedo saber cómo son las cosas. En realidad, esto no es tan malo, puedo decir que este periodo está siendo llevadero,  salvo por lo siguiente.

Hace un año mis hijos tenían cara de niños Aún; pero en este tiempo he sentido sus cambios. Eugenio ya es un hombrecito, creció, se comienza a rasurar. Diego está embarneciendo y no tarda en dejar de tener cara de niño y convertirse en jovencito. Marce pasará de ser una niñita a ser una damita.

Estas son las cosas que en verdad me duelen. No voy a poder verlos  con mis ojos, me los podré imaginar, sí, pero si llegase a recobrar la vista y los viera en la calle sin oírlos hablar pudiera ser que no los reconociera, pues el último recuerdo que llevo de ellos sería de hace años.

Aunque es bien sabido que el hubiera no existe, me gustaría haberme preparado y recolectado en mi memoria la mayor cantidad de imágenes posibles: nacimientos, cumpleaños, fiestas, caras de sorpresa, amaneceres, atardeceres, paseos, etc. Sin embargo nunca hubiera sido capaz de ver el cambio  de mis hijos, mi esposa, ni el cambio en mi propia cara.

Ese  tipo de situaciones son espinas que no saco con facilidad; me gustaría saber qué ciencia o creencia religiosa te prepara para una situación similar, no volver a ver la cara de tus seres queridos.

Uno de mis más anhelados deseos sería, al menos por unos minutos, quizá en mi lecho de muerte, que se me concedieran 5 minutos en los que pudiera ver de nuevo para contemplar las caras de mis seres queridos, no le pediría más a dios.

En esta obscuridad cotidiana en la que estoy sumergido, lo que más me hace falta es ver caras, solo caras.

Gabriel Rodríguez Razón

Gabriel@dialogoenlaoscuridad.com.mx

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