4 agosto, 2025
Es sábado por la mañana. Vas caminando con tu pareja o un amigo. De pronto, un chofer de aplicación —nervioso tras un accidente— te pide que guíes a sus pasajeros: una pareja de personas ciegas, hasta un restaurante a cuatro cuadras.
¿Tú lo hubieras hecho?
Mi esposa y yo éramos esa pareja.
Ya te conté en otro texto lo bien que nos trató la gente en Querétaro. Hoy te comparto una historia concreta.
Era 10 de mayo, Día de las Madres. Mónica y yo salimos temprano del hotel a desayunar. Abordamos un Uber. El chofer, amable como todos los que conocimos en la ciudad, intentaba ubicar el restaurante, escondido entre las fachadas coloniales del centro.
Se bajó a preguntar. De pronto, sentimos un golpe. Otro vehículo había chocado nuestro coche y trataba de huir, arrastrándonos un poco en el intento.
El chofer regresó agitado. “¡No se preocupen! Me pegaron y se quieren dar a la fuga”. Subió al volante y comenzó una pequeña persecución por las calles del centro. Íbamos a toda velocidad y, aunque me preocupaba un poco, también me intrigaba ver cómo terminaba.
Logró alcanzar al camión, lo cerró y comenzó a discutir con el conductor. En medio del pleito, trataba de ayudarnos:
“El restaurante está aquí cerca. ¿Se animan a caminar si les explico por dónde?”
Yo ya estaba abriendo una app para guiarnos, cuando escuché que el chofer hablaba con alguien más.
“¿No los acompañan? No ven, van aquí cerca…”
Y así, se acercaron dos jóvenes. No sabían exactamente a dónde íbamos, pero con sus ojos —y la tecnología— nos guiaron por las cuatro cuadras de calles empedradas hasta la puerta del restaurante.
Durante el camino les preguntamos varias veces si no interrumpíamos algo, y con total tranquilidad nos dijeron que no era molestia.
El desayuno fue delicioso, pero lo que más me dejó pensando fue esto: a veces, los actos más simples son los que hacen una gran diferencia.
Este fue uno de esos momentos.
¿Y tú… lo hubieras hecho?
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