24 marzo, 2023
Regio y discapacitado son antónimos
Ante la pregunta que alguien me hizo: “¿cómo es vivir en Monterrey siendo una persona con discapacidad?” Mi hipótesis es que ser regio y discapacitado son antónimos.
La respuesta automática que me vino a la mente fue que es una experiencia mala; un par de amigos a quienes consulté me dijeron lo mismo. Sin embargo, no puedo ser un ingrato. Monterrey es la ciudad donde me curé de la leucemia, donde estudié en escuelas regulares hasta mi maestría, donde hice amigos, donde encontré trabajo, donde conocí a gente que me abrió las puertas, donde conocí a mi esposa y donde nació mi hijo.
He logrado mucho en Monterrey, y ayer se lo decía a un alemán con el que charlaba mientras bebíamos cerveza acá en Hamburgo, que de vivir con discapacidad en alguna otra ciudad mexicana que no sea CDMX, Guadalajara o Monterrey, el futuro sería muy complejo.
Sin embargo, la experiencia de vivir con discapacidad en Monterrey es ambivalente, pues si bien yo he tenido educación, trabajo y familia, entre las personas con discapacidad, he sido un privilegiado. La realidad es que en esta ciudad hay muchísima gente con discapacidad que es invisible, y muchos otros que estamos en riesgo de serlo.
En la sociedad, el excluido se vuelve invisible, y cuando te vuelves invisible eres irrelevante, y la irrelevancia se convierte en sufrimiento , y lo peor, el que sufre lo hace en soledad, porque los excluidos caen en comportamientos asociales.
Recientemente estuvimos en aislamiento obligado debido al COVID, no obstante, en una ciudad excluyente como Monterrey, gran parte de la gente con discapacidad han vivido aislados toda la vida.
¿Por qué etiqueto a Monterrey como excluyente?
Monterrey y la discapacidad son conceptos que no comulgan. Pensemos en los valores tradicionales regios: emprendimiento, trabajo duro, esfuerzo, productividad… Somos la ciudad industrial por excelencia en México.
Monterrey es el ejemplo perfecto de una ciudad capitalista, es decir, de una ideología centrada en la generación de capital. Y en una sociedad así, solo vales cuando generas valor. Solo eres visible cuando produces. En el momento en que por la razón que sea no generas pesos y centavos, pierdes tu valor como persona, te vuelves invisible e irrelevante para la sociedad.
Eso somos las personas con discapacidad: irrelevantes. Elementos subalternos de quinto orden en una sociedad que solo le da foco a los que producen.
Monterrey es capacista. La cultura del gran esfuerzo premia a algunos grandes emprendedores pero castiga a los que no pueden, porque te acusan de falta de pasión, falta de ganas, como si esforzarse lo fuera todo.
Cuando vives con discapacidad tienes bien claro que no basta con esforzarte, porque vivir con discapacidad dentro del sistema industrializado mundial está casi destinado al fracaso. La cultura capacista es la encargada de filtrarte y devolverte a tu puesto de invisibilidad e irrelevancia.
Estoy seguro de que hay miles y miles de personas bienintencionadas en Monterrey: gerentes que saben que contratar gente con discapacidad para su empresa es moralmente correcto, gobernantes que saben que trabajar por mejores transportes y calles es lo correcto. Pero resulta que cuando llego a una empresa, me dicen: nos encantaría, pero la empresa no está lista para una persona ciega como tú. O cuando los políticos nos dicen: estamos en eso, ya pusimos 2 semáforos con sonido pero la ciudad es muy grande y no hay presupuesto para eso.
Por otro lado, es cierto que Monterrey te da algunas oportunidades de estudiar, de desarrollarte y a veces de trabajar, eso sí, a un costo muy alto, solo cuando has puesto el triple de esfuerzo en comparación con las personas sin discapacidad. Pero me cuestiono qué hubiera sido de mí si mi familia no hubiera migrado de Chihuahua a Monterrey, o si hubiera nacido en ciudades menos industrializadas de este país.
Estoy casi seguro que no hubiera logrado lo que hoy he logrado; por eso sostengo que vivir en Monterrey siendo persona con discapacidad es ambivalente: el sistema productivo que solo valora lo que genera ganancias es para nosotros condena y respuesta; nos filtra y nos condena a la irrelevancia, o si nos esforzamos el triple y los planetas se alinean, nos da un lugarcito donde podemos realizarnos como personas, hasta que perdamos el equilibrio en esta cuerda floja.
La cultura centrada en las capacidades no acoge la discapacidad; en cambio, la sobreprotege y le da un rol de eterna beneficiaria. Los grandes esfuerzos y el trabajo duro en muchas ocasiones nos hacen perder la capacidad de detenernos y reflexionar, y por ende no hemos aprendido a darle un lugar a aquellos que no contamos con las mismas capacidades. Y ese ha sido Monterrey hasta hoy.
Pepe Macías