20 enero, 2016
Aquellos que trabajamos en provocar aprendizaje también salimos salpicados. También nosotros nos llevamos nuestra dosis de aprendizaje al intentar que los demás aprendan.
El 16 de Enero estaba facilitando una sesión de cierre después de un taller en la oscuridad para Industronic. El tema era la resiliencia en la empresa y la creación de relaciones humanas efectivas.
Tocamos varios temas y recapitulamos distintas etapas del taller. Y una de esas etapas fue cuando, mientras uno de los equipos de participantes desayunaba en total oscuridad, yo les compartí una anécdota resiliente de mi vida.
Justo antes de entrar a la primaria, a mis 6 años tuve leucemia, lo cual me causó ceguera total. Al salir del hospital, con la leucemia controlada y sin poder ver nada, mis padres le hicieron una pregunta al doctor cuando aún estábamos en su consultorio: ¿cómo va a seguir Pepe la escuela?
EL sábado pasado bauticé a esa acción como preguntar por lo imposible. Mucha gente con discapacidad no ha tenido acceso a la educación porque sus familias los creyeron incapaces de estudiar, o de aprender, o de salir a la escuela, o de enfrentarse a una sociedad mayoritariamente sin discapacidad. Sea lo que sea, esas familias y luego esa misma gente con discapacidad, se tragaron ese cuento de que eran incapaces y lo convirtieron en un imposible.
Mis papás, quizá creyéndome capaz o quizá un poco irreflexivamente, preguntaron cómo iba a continuar la escuela su hijo que ahora ciego no podría ni escribir ni leer como casi cualquier otro niño.
Y eso abrió muchísimas puertas que aún afectan mi vida positivamente. Eso me permitió recibir una educación como la de cualquier otro, me permitió llegar a niveles de maestría y seguir preparándome de distintas formas en la educación formal e informal.
Por lo tanto, les decía a los asistentes al taller, que una herramienta para fortalecer la resiliencia en la empresa consistía en preguntar por lo imposible. Aun yo como líder, en muchas ocasiones me cacho dejando de lado algunas ideas para mi organización por pensar que son imposibles. Pero eso es limitar a mi equipo, eso es casarme con la mía, y por ende con mis limitaciones. Quizá en mi mente esas ideas sean imposibles, por cualquier neurona que pueda traer algo atrofiada. Pero sólo necesito de un mínimo grado de humildad para darle esa idea a mi equipo y preguntar por lo imposible, por lo que yo creo imposible.
Lo que yo creo imposible es muchas veces posible para otros, a través de sus recursos y sus capacidades, que son distintos a los míos. Así que propongo, para los líderes, para los jefes: pregunten por lo imposible, dejando de lado sus creencias y orgullos; pregunten por lo imposible en beneficio de una empresa más resiliente y un equipo más capaz. Y me cuentan.
Coach-Pepe Macías