21 octubre, 2021
“Todo lo que nace morirá. Todo lo que es sano enfermará. Todo lo que es joven envejecerá”
Según la OMS, aproximadamente una de cada siete personas en el mundo vive con alguna forma de discapacidad; el número está aumentando drásticamente y la gran mayoría de nosotros experimentaremos discapacidad en el curso de nuestras vidas.
Y sin embargo, es un tema que hemos logrado ignorar con mucho éxito
¿Con qué frecuencia interactúas con una persona con discapacidad? ¿Qué tan seguido vez a una persona con discapacidad en algún anuncio, publicidad, película o serie? ¿Cuántas personas con discapacidad ves cuando estás fuera en el cine, en una tienda, en un teatro, en una escuela o en el lugar de trabajo?
Me temo que la respuesta, en la mayoría de los casos, será “muy rara vez”.
Mi postura es que ignoramos la discapacidad por sistema, hasta inconscientemente, y tengo tres respuestas a la pregunta que titula este editorial.
Vivimos en sociedades donde se nos otorga valor según nuestro nivel de producción. Y nuestro nivel de producción está ligado a nuestro grado de capacidades.
Esto es el utilitarismo – le damos valor a la gente en base a lo útiles que nos resultan. Y esto es capacitismo – la sociedad está diseñada para que únicamente los “más capaces” vivan mejor.
Fuimos entrenados para valorar al otro en base al retorno de inversión. ¿Qué gano al generar un vínculo social contigo?
es lógico: nadie queremos que nos releguen, por lo tanto intentamos mantenernos útiles y capaces. Y eso se vuelve difícil – casi imposible – cuando tienes una discapacidad y vives en un sistema diseñado para las “capacidades normales”.
EN la gran mayoría de los casos, la discapacidad te condena no solo a la disminución de una capacidad física, mental o sensorial, sino también a la irrelevancia social.
Te remito a las preguntas que te planteé al inicio del texto. Y agrego un par: ¿qué tan frecuente es que contrates los servicios o consumas un producto que venga de personas con discapacidad? ¿Qué tan frecuente es que necesites el apoyo de una persona con discapacidad?
Muy rara vez las personas con discapacidad participamos equitativamente del intercambio social que se da en actividades básicas como el trabajo, el ocio, la educación, las relaciones interpersonales, etc. Y eso es ser irrelevante socialmente.
Estamos inmersos en una competencia feroz de producción 24 7, un Darwinismo social donde solo los “más fuertes” acumularán más, tendrán más logros, más éxito y más sensación de poder.
Es una selección natural social y económica, y la discapacidad nos recuerda que inevitablemente un día dejaremos de ser el más fuerte, y que seremos expulsados de la carrera.
Mis tres respuestas brotan de forma natural del Darwinismo social que practicamos y que no tiene como objetivo protegernos entre todos como especie, sino sobre protegernos a nivel individual o cuidar solo a nuestro círculo más cercano.
La especie humana sigue en una carrera desbocada con una meta difusa, sin darse cuenta de que ya alcanzamos tal nivel de progreso que nos permitiría, a gran parte de la población, vivir con seguridad y dignidad, cuidarnos y protegernos, si y solo si los recursos se administraran equitativamente.
Pepe Macías
pepe@dialogoenlaoscuridad.com.mx