Motivación arácnida

21 septiembre, 2020

SEBASTIAN ARAÑA1

 

Sebastián, mi hijo de 3 años, dio con un video donde un sujeto se pinta el cuerpo del hombre araña: la máscara en el rostro, la araña en el pecho y las telarañas en los brazos. La emoción lo desbordó; a Sebastián le encanta el hombre araña.

“¡Yo me quiero pintar del hombre araña!”

La primera respuesta de nosotros fue: “no”. Pero Sebastián insistió. Le dimos argumentos más sólidos: “no tenemos pintura para el cuerpo”.

Y él lo resolvió: “vamos a comprarla a la tienda”, y se subió a su carrito de juguete.

Eran casi las 7 de la tarde y esa escena fue el inicio de una batalla familiar que se extendió hasta pasadas las 9 de la noche.

Hace un tiempo leí una entrevista con el neurocientífico Mariano Sigman donde contaba lo que muchos sabemos hoy: que el cerebro no para de cambiar, por lo que nosotros no paramos de aprender y transformarnos. Ante la pregunta de si los niños aprenden idiomas con más facilidad que un adulto, el científico fue contundente en su respuesta negativa: “la mayor diferencia en la capacidad de aprendizaje entre un adulto y un niño es la motivación y la necesidad”.

Continuando con el ejemplo de aprender un idioma; un niño tiene la necesidad de comunicarse en otro idioma, de otra manera, queda incomunicado. Su necesidad se transforma entonces en mucha motivación, que luego se transforma en mucho esfuerzo, que se traduce en mucho tiempo, lo cual desemboca en mucho aprendizaje.

Si observa con cuidado, los niños suelen ser aferrados cuando quieren algo. Su necesidad se convierte en lo más importante del mundo para ellos, les resulta vital lograr lo que sea que traen entre manos, y eso se traduce en que se motivan para lograrlo, le dedican todo el tiempo y todo el esfuerzo hasta que lo logran.

Sebastián no quitaba el dedo del renglón. Mónica, mi esposa, ya no sabía que hacer, así que le propuso que les enviara un mensaje a sus primas para pedirles si lo pintaban algún día que vinieran a la casa. Sebastián lo hizo así. Pero la idea no funcionó muy bien para calmar a Sebastián.

Su esfuerzo se redobló: “¿ya vienen mis primas a la casa?”

“No, claro que no. Apenas les mandaste el mensaje. Vamos a ver qué día pueden venir”.

Sigman ahonda en este tema. “No es la plasticidad del cerebro, sino que es la capacidad de disponer de tiempo, la motivación y necesidad que uno genera en ese aprendizaje”. Y vaya que Sebastián disponía de tiempo, e incluso podía cambiarlo a su favor. Lo llevamos a su cama y él seguía insistiendo. “Ahora es hora de dormir, Sebastián”.

“NO me voy a dormir. Van a venir mis primas a pintarme del hombre araña”.

Le presentamos argumentos irrefutables y abrimos la persiana. “Mira, ya es de noche; ya es hora de dormir, tus primas también ya se van a dormir”.

“¡NO es de noche, es de día!”. Y siguió llorando.

Necesidad, motivación, esfuerzo, tiempo y resultados. ¡Me encantaría tener la obstinación de Sebastián! Ser capaz de obviar limitantes físicas como que él vive en Monterrey y sus primas en San Nicolás, y restricciones naturales como el día y la noche, ¡su motivación era tanta que para él, la noche era día!

Sigman remata: “Uno puede aprender con la misma capacidad de un niño si uno le dedica la misma cantidad de motivación, tiempo y esfuerzo”. En ocasiones los adultos tenemos el deseo de aprender algo, pero eso no pasa de un mero deseo intelectual, pues si lo analizamos, nuestras urgencias, necesidades y motivaciones están en otros temas, como conservar el empleo, pagar las deudas, etc.

Sin embargo, creo que todos hemos experimentado ese momento mágico de aprendizaje que los psicólogos llaman “Flow”, aunque sea algunas pocas veces en la vida, cuando nos metemos tanto en una actividad donde el tiempo se va volando, donde invertimos no solo nuestro tiempo, sino también nuestro esfuerzo, situaciones en que estamos dispuestos a asumir algunos sacrificios a cambio de aprender algo o desarrollarnos de alguna forma, ya sea que apliquemos esto en ver muchos episodios de nuestra serie favorita aunque nos desvelemos, o quizá emprendiendo un negocio propio a costa de invertir dinero de nuestra bolsa.

La motivación, el esfuerzo y el tiempo dedicado tienen su recompensa como lo ve en la foto. Tres días después las primas de Sebastián vinieron y lo transformaron en su personaje favorito, el hombre araña.

Pepe Macías

pepe@dialogoenlaoscuridad.com.mx

 

Motivación arácnida