CEGUERA IMAGINARIA

30 marzo, 2023

 

Ceguera imaginaria

 

Hace muchos años un charlatán me dijo que mi ceguera era imaginaria.

 

El recuerdo está casi borrado de mi mente. Apenas si logro atrapar algunos detalles entre neblinas. Sin embargo la médula de la anécdota sí que la recuerdo.

 

Creo que era una fecha importante, quizá una celebración de navidad o año nuevo.

 

En particular este vecino nuestro nunca me ha caído ni muy bien ni muy mal, solo que pienso que habla mucho y muy mal, y eso empeora cuando está borracho. Es casi seguro que aquel día estaba ebrio. Su casa es angosta como la nuestra, y aquel día estaba saturada de gente, probablemente borracha como mi vecino.

 

No recuerdo con qué patraña me llevaron a esta casa, ni siquiera recuerdo si me acompañaba mi mamá o mi papá. Era en la época en que mis padres decidieron creer en todo y explorar cada posibilidad, por más descabellada que esta fuera, con tal de que yo recuperara mi vista. La fe es fe sin importar hacia qué o hacia quién y nuestros deseos personales son más fuertes que la fidelidad religiosa. Mis papás nunca traicionaron su fe católica, si bien entraron en los mundillos de curanderos, brujos y rituales mágicos. Quizá si algún Dios africano o hindú les hubiera dado mi vista de regreso, quizá entonces sí hubieran dejado a cristo colgando de su cruz, incapaz de obrar el milagro, y se hubieran cambiado de camiseta de fe.

 

El vecino les habló a mis padres de una especie de obrador de milagros, incluso en mi memoria veo, empolvada, la palabra “santo”, y que asistiría a la tertulia. Mi sorpresa fue que el dichoso curandero compartía algo conmigo: estaba postrado en una silla de ruedas; era un colega con discapacidad.

 

Mal haría uno, incluso  pecaría de ignorante extremo, al confiar en un curandero que ni siquiera ha sido capaz de deshacerse de su propia discapacidad.

 

Su voz era tosca y con un tono exageradamente norteño – algo que en mi mente no hacía clic con un santo. Sus palabras me daban de frente en la cara; él en su silla de ruedas y yo un niño de 7 años. Me eché contra la pared y recuerdo poner mis manos en la espalda. SU tono y sus palabras eran pedradas y yo estaba amedrentado como un cachorro.

 

En algún momento el farsante este concluyó tajante: “tú sí ves, pero te provocas solo la ceguera.

 

Mi ceguera imaginaria me impedía verlo, pero lo quiero recordar en su silla de ruedas, intentando erguirse altanero ante un niño, con una cartablanca en la mano, y seguramente hoy sus dotes de santo sigan sin funcionar y continúe en su silla, si no es que en una cama, con su movilidad atrofiada a causa de su poderosa mente.

CEGUERA IMAGINARIA