29 diciembre, 2016
En el 2013 visité Kanthari, un centro de formación de emprendedores sociales en el sur de la India. Kanthari está dirigido por Sabriye Tenberken, una emprendedora social ciega que entre otros logros, inició la primera escuela para niños ciegos en el Tíbet y desarrolló el primer alfabeto tibetano en braille.
Kanthari es un centro cuya infraestructura es sencilla pero funcional; está enclavado en una zona casi selvática, tiene un lago, vegetación y sus caminos tienen subidas y bajadas y algunos terrenos algo agrestes. Recuerdo que durante la visita, algún integrante del grupo del que yo formaba parte le preguntó a Sabriye por qué, si ella era ciega, no había mejorado la accesibilidad de Kanthari y sus terrenos accidentados para facilitarles el tránsito a otras personas ciegas.
La respuesta de Sabriye me encantó; mencionó que ella, como persona ciega, es quien debe de adaptarse al mundo que es, en su mayoría, visual, y no esperar a que el mundo se adapte a ella; y Kanthari, su propio lugar, no era la excepción.
En el mundillo de la gente con discapacidad se escucha mucho el término “accesibilidad”. Al oír esta palabra, quizá usted piense en rampas, y si bien esto no está desatinado, es sólo una parte muy mínima de este tema: señalizaciones braille, tiras táctiles, señalizaciones visuales para la gente sorda o el diseño universal arquitectónico son sólo algunos otros ejemplos. Igualmente en este mundillo hay un clamor vehemente por lograr la accesibilidad en muchos otros rubros como la transportación, centros de trabajo accesibles, tecnología, y todo lo que pueda contribuir a que la gente con discapacidad logre una inclusión absoluta a la sociedad.
Todas estas voces que claman por accesibilidad son bastante loables y sus esfuerzos son absolutamente legítimos; de corazón espero que sus esfuerzos den frutos. Sin embargo yo soy de los que prefiero el trabajo interno y siguiendo el ejemplo de Sabriye, desarrollo y practico lo que yo llamo “accesibilidad mental”,.
Acudí a un curso de regulación de emociones y mindfulness con AtentaMente, y en una clase estudiábamos la reflexión de Santideva, erudito Indio, quien decía que encontrar la cantidad suficiente de cuero para cubrir la tierra y así evitar lastimarnos los pies al caminar es casi imposible, y que tal cosa tampoco es necesaria, pues bastaría con encontrar la cantidad de cuero suficiente para cubrir mis pies y poder caminar el mundo sin lastimarme.
Esto es, que transformar el mundo es prácticamente imposible, y que lo único alcanzable es transformar la mente, fortalecerla, sanearla, para con mi mente en orden, poder vivir en un mundo quizá desordenado pero que yo puedo transitar y contribuir a mejorar.
Basado en esta reflexión, practico el ordenar mi mente y emociones para transitar con calma por un mundo y una sociedad que no están diseñados para un ciego, y que quizá ni siquiera lleguen a estarlo algún día. Pero este es mi momento y mi presente, y decido vivirlo sin dejar mi energía en la lucha por transformar el mundo a mi alrededor. Me transformo yo, convierto mi mente en accesible y vivo plenamente. Seré afortunado si mis actos logran también transformar algo en mi entorno, pero ello no me quita el sueño.
Me salgo del tema accesibilidad para gente con discapacidad y pienso, que este mundo y esta sociedad tampoco están diseñados de la mejor forma para usted, que no tiene alguna discapacidad. Que también usted invierte mucha de su energía en transformar su entorno. Anda por ahí, queriendo alfombrar su entorno para hacerlo más cómodo. Practique alfombrar sus emociones y su mente, empiece por usted. Cuesta más trabajo, sí, pues siempre es más sencillo tratar de cambiar al otro, pero es una inversión más sensata y con jugosos rendimientos a más corto plazo.
Pepe Macías
pepe@dialogoenlaoscuridad.com.mx