Abrir la puerta: una parábola budista sobre la inclusión

1 febrero, 2021

PHOTO-2021-02-04-17-27-30
*Tomo la siguiente historia de “camino viejo, nubes blancas” de Thich Nhat Hanh, capítulos 44 y 45.

La parábola de abrir la puerta

Hace 2500 años, Siddhartha Gautama, el Budha histórico, algunos años después de haber alcanzado la iluminación, contaba con un grupo de miles de discípulos practicantes que se les denominaba “la sangha” (todos hombres) que practicaban con él para alcanzar la liberación espiritual.

Gotami, madrastra de Siddhartha, fue la primera mujer que le pidió que la ordenara a ella y a otras mujeres como monjas. El Budha reusó. Ella se lo pidió tres veces más pero el Budha dio la misma respuesta negativa.

La respuesta del Budha fue desconcertante, viniendo de una persona tan compasiva: “no creo que sea el momento adecuado. Las condiciones para aceptar a las mujeres en la Sangha no han madurado todavía”.

Gotami reunió a todas las mujeres que deseaban ser monjas y les habló. Les explicó que estaba convencida de que las mujeres eran iguales a los hombres en su capacidad para lograr la iluminación. Subrayó que el Budha ya había aceptado en su comunidad incluso a marginados sociales, por lo que era seguro que él no temía la oposición social y que no veía por qué el Budha habría de rechazar a las mujeres.

Gotami le propuso al grupo emular a los hombres: cortar su cabello, despojarse de sus lujos y pertenencias y caminar hasta la ciudad donde ahora se encontraba el Budha para demostrarle su capacidad y su motivación para practicar igual que los monjes y lograr la misma meta de la iluminación.

Las mujeres afeitaron sus cabezas y vistieron túnicas de monjes; dejaron sus pertenencias y comenzaron a caminar descalzas hacia donde se encontraba el Budha. Durmieron en campo abierto y mendigaron su comida. Quince días después llegaron con los pies hinchados y ensangrentados.

Ante la sorpresa de los monjes, el grupo de mujeres arribó a su monasterio y Gotami acudió a la presencia del Budha para solicitar una vez más la inclusión de las mujeres en la sangha.

El asistente del Budha preguntó: “¿señor, es posible para las mujeres lograr la iluminación igual que los monjes?”.

“Claro que sí” – respondió el Budha convencido.

El Budha llamó a sus consejeros para discutir el tema; les aseguró que su vacilación no era un acto de discriminación contra las mujeres, pero no estaba seguro cómo abrir la sangha a las mujeres sin crear conflictos dentro y fuera de la comunidad.

Uno de los discípulos más avanzados del Budha, Sariputta, propuso una serie de estatutos para definir el rol de las mujeres en la comunidad monástica, y mencionó que la idea sería disminuir la oposición pública que seguro estallaría, pues la discriminación hacia las mujeres existía desde hacía miles de años.

Entre los ocho estatutos estaban: una monja debería someterse a un monje sin importar que esta sea mayor o que tenga más tiempo de práctica; una monja no podría ni censurar ni criticar a un monje; una monja no impartiría instrucción espiritual a una comunidad de monjes…

Uno de los consejeros del Budha rio y dijo: “las 8 reglas son claramente discriminatorias. No lo podemos negar”.

A lo cual, Saripputa argumentó: “el propósito de estas reglas es abrir la puerta de la sangha a las mujeres, no tratan de discriminar, al contrario, intentan erradicar esa discriminación, aunque sea a largo plazo”.

Las mujeres recibieron la propuesta: si estaban dispuestas a acatar los estatutos, se les permitiría entrar a la sangha y formar la primera comunidad de monjas.

Gotami aceptó gustosa y sin reparos. Prometió que a cambio de ser ordenadas como monjas, estaban dispuestas a observar los 8 estatutos toda la vida.

Las mujeres miraron a Gotami preocupadas e incrédulas. Gotami les habló sonriendo: “hermanas, no se preocupen; lo fundamental es que hemos ganado el derecho a ser ordenadas monjas. Estas 8 reglas no son barreras para nuestra práctica espiritual, son la puerta de entrada a la sangha”.

La monja Gotami comprendía que la aceptación de mujeres en la Sangha sería fuente de escándalo y oposición social. Gotami estaba agradecida con el Budha, pues tendría que hacer frente a muchas dificultades, su decisión sería condenada por la sociedad. Las 8 reglas eran pues necesarias temporalmente para proteger a la sangha de conflictos perjudiciales. Estaba convencida de que cuando la ordenación de mujeres en la Sangha fuera un hecho establecido, se podría prescindir de las 8 reglas, pues la práctica espiritual no distingue entre hombres y mujeres.

Aprendizajes

En primer lugar, conviene aclarar que el sistema social de la India, en la época de esta historia, estaba basado en un sistema de castas, el cual prohibía que personas de las distintas castas se mezclaran o incluso convivieran; además de que era una época marcada por una clara discriminación de todas las mujeres.

Aquellos que anhelamos y trabajamos por la inclusión de las personas con discapacidad o de cualquier grupo en desventaja, tenemos una misión tan apasionada que difícilmente nos conformamos con abrir una puerta; luchamos y exigimos impacientemente una victoria completa, una igualdad total de derechos humanos.

Por desgracia, la mentalidad humana es más dura que una roca cuando se trata de cambiar las convenciones sociales. Un ejemplo es la misma India, donde después de 2500 años, persiste el sistema de castas y la discriminación a la mujer, y si bien su intensidad se ha reducido, es un claro ejemplo de lo lento que una sociedad cambia.

Las lecciones podrían ser dos: primero, ver una puerta abierta como una victoria y aprovechar la inclusión parcial para demostrar que somos merecedores de tal oportunidad y derrumbar los prejuicios con la prueba de nuestro desempeño. Segundo, examinar con más cuidado acciones, reglas o leyes que de principio nos parezcan discriminatorias, y verificar si más allá de su superficie segregacionista, podrían significar una puerta abierta, una pequeña batalla ganada que nos permita demostrar que así como la práctica espiritual no distingue entre hombres y mujeres en esta parábola, la dignidad tampoco distingue discapacidades, preferencias sexuales, nacionalidades y otras diversidades.

Pepe Macías
pepe@dialogoenlaoscuridad.com.mx

Abrir la puerta: una parábola budista sobre la inclusión