2 diciembre, 2014
Bienvenido a esta segunda entrada sobre la escucha, la primera y más importante de las competencias de la comunicación humana.
En la entrada anterior compartía contigo el por qué la escucha es la puerta de entrada a una comunicación eficiente, mencioné que nuestra escucha valida nuestra habla, que nuestra escucha es el indicador de la calidad de nuestras relaciones y también subrayé que nuestra capacidad de escucha es la llave para el aprendizaje.
Hoy quiero compartirte algunos otros rasgos esenciales de la escucha. ¿Has escuchado o leído sobre la escucha activa? Seguramente sí, quizá hasta hayas asistido a algún taller sobre este tema, pues hoy en día la escucha activa es un tema recurrente en muchos cursos, seminarios y talleres que apoyan a las personas y a las organizaciones a lograr una comunicación más efectiva.
Pero, ¡Sorpresa! De acuerdo con Rafael Echeverría, a quien citamos en la entrada anterior, la escucha activa no existe. Paso a explicarme a continuación.
La escucha es un proceso interpretativo. Aquel que puede repetir exactamente lo que tú has dicho seguramente ha oído con mucha precisión, pero ¿ha escuchado, ha entendido?}
Los loros son capaces de repetir lo que yo digo, o una grabadora puede reproducir con total exactitud mis palabras, lo cual significa que han oído, por lo que el oír no es sólo una cualidad animal o humana. Pero, pregunto otra vez ¿ese loro o esa grabadora habrán escuchado lo que dije? ¿Qué sucedería si les preguntara qué entendieron de lo que dije? Seguramente nada. Y esto se debe a que ni el loro ni la grabadora pueden darle un significado a mis palabras, no son capaces de interpretar, y la interpretación es el corazón de la escucha.
¿Crees que la escucha es una competencia que tiene que ver enteramente con el sentido del oído? Permíteme que te cuente que esto no es muy cierto, pues el habla natural está precedida de canales expresivos que anteceden a lo verbal, por ejemplo, el lenguaje de nuestro cuerpo, el tono, ritmo, volumen de inflexión de nuestra voz, son todos detalles que revelan nuestro mensaje además de las palabras que podamos pronunciar. Entonces, para escuchar, en realidad, necesitamos de todos los sentidos, pues ellos son algunos de los canales a través de los cuáles podemos interpretar. Un ejemplo que me gustaría darte es el de un libro; cuando lees un libro no sólo lees al autor, sino que también lo escuchas.
Otro ejemplo, muy curioso y citado por Echeverría, es el de las personas afectadas de una afasia global, una lesión cerebral que daña las áreas del cerebro que controlan el lenguaje y que no les permite hablar, ni entender las palabras habladas ni escritas. No obstante, en diversas pruebas realizadas por Echeverría, puso de manifiesto cómo los pacientes afásicos, si se les hablaba con naturalidad, eran capaces de entender gran parte del significado de lo que sea que se les dijera. Estos mismos pacientes afásicos poseen una gran capacidad para captar esa expresión que antecede a las palabras, por lo cual es muy complicado mentir frente a ellos.
¿Te ha ocurrido que escuchas una y otra vez una canción que te gusta mucho y que está en un idioma que no entiendes? Pero seguramente esa canción te dice algo, interpretas algo aunque no entiendas las palabras que se cantan.
Ahora bien, regreso al proceso interpretativo, corazón de la escucha, que ya vimos que no es exclusiva del oído. Toda interpretación de lo que decimos es hecha desde la historia del ser humano, desde su pasado, creencias, pre opiniones y tradiciones y valores de la comunidad donde vive. Es decir, cuando tú dices algo, tu receptor lo interpreta desde lo que le es conocido, por lo que, si lo que le dices se sale de su campo de conocimiento, la escucha podría volverse aún más compleja. Pero no es sólo esto, no sólo escuchamos desde lo que ya sabemos, sino que también escuchamos desde lo que deseamos, desde el futuro, escuchamos desde expectativas, desde lo que según nosotros debe pasar, desde lo que creemos que va a pasar
¿Habías pensado en lo complejo que es la escucha? Casi de forma inmediata, al escuchar a alguien, nuestra interpretación se activa, oímos las palabras pero también atendemos a otras expresiones, acomodamos lo que escuchamos en aquello que ya sabemos y lo proyectamos hacia la esperanza que deseamos que suceda. Y esto sucede siempre, sin excepción, siempre que hay escucha hay interpretación, por lo tanto, la escucha siempre es activa, la escucha de ninguna forma puede ser pasiva, pues una escucha pasiva no existiría.
¿Puedes imaginarte qué cambios lograrías en tu vida o en tu organización en base a lo que hemos compartido hasta aquí?
¡Pronto más entradas sobre la escucha!
Coach Pepe Macías