8 septiembre, 2014
NOTA: esta entrada se sale de lo común que normalmente compartimos contigo. No obstante, nos pareció buena idea compartir contigo los escritos del Coach Pepe Macías, fundador de Diálogo en la Oscuridad Monterrey y que está de viaje de trabajo por Europa .
Mucha gente me comenta lo afortunado que soy por el trabajo que tengo. Y no lo niego, soy un bendecido, aunque no solo por viajar. Pero viajar por trabajo es algo muy distinto a viajar por placer.
Viajar por trabajo, para mí que aún tengo viva la curiosidad por conocer, es a veces ingrato. Puedo llegar al país más exótico del mundo y apenas conocer una habitación de hotel y un par de oficinas del total de su territorio nacional. Como la vez en que estuve en el aeropuerto de Narita, en Japón, el país que más deseo conocer en el mundo, y del cual puedo decir que conozco su terminal aérea más importante.
Esta vez el Regio llegó a Birmingham, Inglaterra. La encomienda era trabajar por tres días en la universidad de Worick, a las afueras de Birmingham, cerca de coventry. Tenía que facilitar 6 talleres de Diálogo en la Oscuridad, 3 por día más un día de preparación.
Creo que si me preguntara con qué palabras asocio Inglaterra, yo diría lluvia, frío, neblina, cortesía, etc. Pero había olvidado una palabra, o mejor dicho, una imagen muy Inglesa que había olvidado. Cuando nuestro avión estaba aterrizando, Susana, mi compañera de fila comenzó a decirme lo que veía: campos de trigo y otros campos, amarillos, dorados, cafés, campos bastos bajo nuestro avión. NO cabe duda que es una fortuna aterrizar con alguien que vea a mi lado. Logré imaginarlo, todos esos campos dorados. Gracias Susana, por prestarme esa imagen.
Y mi primera impresión al bajar del avión fue la de una ciudad con mucho viento. El sol brillaba, incluso un poco más, el sol de hecho quemaba. La lluvia con la que asocio Inglaterra no se hizo presente durante mis 3 días allí. Pero vaya que el viento es afilado en esa área del mundo, creo que la temperatura más baja que experimenté fueron unos 10 grados, pero el aire se me clavaba en los huesos. Entonces, definitivamente Inglaterra puede ser fría; fría con ese frío que según yo, entristece.
El desayuno inglés no difiere mucho del desayuno gringo, de hecho era más o menos lo que desayunaban en Hogwarts, para aquellos que leyeron Harry Potter: huevos, tocino, papas, salchichas, panes tostados con mermelada y mantequilla, té, café… sólo extrañé el jugo de calabaza.
El acento de los ingleses es espeso, como si doliera cada sílaba, pero me gusta, si bien me llevó un día o un día y medio tomarle el truco. Y la cortesía que yo asociaba con Inglaterra sí la viví, sin que esto signifique que todos los ingleses son corteses. Imagínate a un grupo de 8 personas en la oscuridad, todas hablando sobre cómo podrían resolver cierto desafío, y para interrumpir, en lugar de sólo entrar a la vorágine de la plática, se oía algo como esto: “Excuse me. I am really really sorry to interrupt, but…” o “apologizes in advance for my interruption, but…”. Era muy interesante escucharlos.
No hablaré de trabajo aquí pero me fue muy bien. Y me despido mencionando los dos momentos que más me gustaron de Inglaterra, y fueron rápidos, como un rayo que cruza: uno fue esa visión de los campos de trigo que Susana me prestó, la otra, un ave que pasó volando bajo, cantando, en un amanecer un tanto frío. Luego me contaron que era un pato.
Cuando estos momentos ocurren me confirmo que el trabajo es sólo un medio para acceder a otras cosas más bellas.
Pepe Macías