El poder de ver en la oscuridad

29 mayo, 2020

Este tiempo de pandemia me ha permitido reflexionar, hacer trabajo interior, escribir y explorar formas para compartir valor. Uno de esos pequeños descubrimientos fue dar con una definición propia de gratitud.

Hace un par de semanas, mientras impartía un taller piloto de resiliencia, me llegó esta pequeña iluminación: “la gratitud es el poder para ver en la oscuridad”.

Apenas terminó el taller, tomé nota de mi frase y la guardé en mis archivos.

Se lo confieso: he sido un escéptico de la gratitud por mucho tiempo. O quizá, para ser un poco bondadoso conmigo mismo, podría decir que no había logrado entender en qué consiste exactamente la gratitud. Aún hoy, cuando he logrado atisbar de qué se trata este concepto, la gratitud sigue siendo un tema que no he terminado por desvelar, pero le comparto lo que he aprendido.

EN un principio la gratitud me parecía un tema de moda. Me causaba algo de conflicto que la palabra gratitud la escuchaba con mucha frecuencia en boca de personas adineradas o al menos acomodadas, o en boca de personas claramente desesperadas en el intento de hacerse un cocowash. Por lo tanto, mi primera aproximación al concepto era que la gratitud era un terminajo fácilmente aplicable por gente que tenía muchas, muchísimas razones para dar gracias por una vida muy abundante o por gente urgida de un cambio de look cognitivo.

En mi segunda etapa, tuve un atisbo distinto del tema cuando en una certificación que hice, se referían a la gratitud como “regocijo”. Quizá mi capacidad lingüística hizo clic más fácilmente con el término regocijo, el cual podía identificar claramente como un estado de gozo. Creo que muchos podemos identificarnos con ese estado; y si bien muchos de nosotros somos capaces de identificar un regocijo físico o sensorial, como ese estado de placer al comer algo que nos gusta, estar con una persona que nos encanta o hacer alguna actividad que nos llena, el regocijo que yo intentaba dilucidar va más allá, y es un regocijo más ligado al corazón y al espíritu, es la capacidad de alcanzar un estado de plenitud con todo lo bueno que nos ocurre.

MI tercer entendimiento fue gracias a Tal Ben Shahar, quien define la gratitud con una frase que dice: “what you appreciate, appreciates”. La explicación que da él de la palabra “appreciate” en inglés, aplica igualmente al español. Apreciar por un lado significa sentir afecto por algo. Una definición más mercantilista de la palabra apreciar es crecer o aumentar. Quizá usted haya escuchado la palabra “el peso depreció”, y quizá esté menos acostumbrado a escuchar la frase “el peso apreció” – la economía mexicana no nos ha dado esa dicha – pero el término existe. Lo que menciona Shahar es, cuando valoramos algo, el valor de ese algo crece. Cuando valoro a mi familia, mis lazos y mis vínculos con ellos se nutren y tengo más de eso que aprecio que es mi familia. Cuando valoro mi trabajo, mi vínculo con mi empleo es constructivo y positivo, porque quiero tener más de eso, y con mucha probabilidad mi trabajo va a crecer.

Mi último entendimiento de la gratitud viene desprendido de todo lo anterior y de mi práctica meditativa y tiene que ver con la capacidad de atención. Nuestra atención rige nuestra realidad; es decir, ahí donde pones tu atención, creas tu realidad. Para ejemplo tenemos el actual coronavirus; vemos, escuchamos y casi olemos coronavirus todos los días, gran parte del día, tanto que este virus se ha vuelto gran parte de  nuestra realidad.

La gente que entrena su atención es capaz de fijar su mente a voluntad, por lo tanto, tiene un abanico más amplio para crear realidades que aquellos que no controlan su atención, y que por el contrario, su atención los controla a ellos. Desarrollar gratitud requiere de saber manejar la atención. Experimentar gratitud  requiere voluntad y capacidad atencional para enfocar determinadas circunstancias, personas u objetos para lograr apreciarlos.

Va un ejemplo. Usted se va a sus vacaciones soñadas, al mar o a esa ciudad que ha anhelado visitar. Una vez ahí, con su atención fija en ese lugar y en pleno disfrute, su mente dispersa toma control de la situación y comienza a pensar en situaciones laborales, en cómo va a pagar la deuda de las vacaciones, en los problemas que tiene con alguna persona en su ciudad, y en mil cosas más… podrá usted estar frente al mar más espléndido o en la ciudad más impactante, si su atención no está ahí, y si su mente está distraída, no podrá disfrutar, ni regocijarse y menos desarrollar gratitud por ese momento que está viviendo.

La atención es una lámpara. Vivimos andando medio a ciegas, rodeados por miles y millones de circunstancias diferentes; no obstante, la gran mayoría de estas circunstancias están en las sombras. Ahí a donde dirijamos nuestra lámpara, o ahí donde pongamos nuestra atención, son las zonas de ese cuarto oscuro que lograremos ver con nitidez y eso se convierte en nuestra realidad.

El asunto, desde luego, es ser capaces de usar esa lámpara e iluminar lo que en realidad nos sirve iluminar. Mi definición de gratitud viene, por supuesto, desde mi condición de hombre ciego, porque cuando pierdes la vista, junto con tus ojos se van un montón de cosas: tu seguridad, tu confianza, tu esperanza, tu autonomía, tu dignidad y tu bienestar. Y no es que todo esto sea intrínseco a la vista, no lo es, la esperanza o el bienestar no dependen de la vista, pero sí que el ser humano se ha convertido en un ser visual, en el homo videns, y en esta sociedad, la creencia generalizada es que la capacidad visual contiene en sí cualidades y virtudes como las que mencioné antes. No obstante, sería idiota empeñarme en volver a ver, si mi discapacidad no tiene remedio médico. Pero sí tiene otros remedios. Se puede recuperar la seguridad, la confianza, la dignidad y la esperanza si aprendo a ver en la oscuridad, si aprecio lo que sí tengo, si le doy un gran valor a las virtudes y a las capacidades que permanecen intactas a pesar de mi ceguera. Si aprecio eso que sí tengo, mis tesoros aprecian, como lo dice Shahar.

La lámpara de la atención es una lámpara no visual, y la atención debería de  ser la primera cualidad para dominar por una persona ciega, pues paradójicamente somos quienes más claridad necesitamos, sin embargo, la capacidad de ver en la oscuridad es un poder que beneficia a todos, porque gente que puede estar nadando en placeres físicos y en abundancia material, puede estarse ahogando al mismo tiempo en su corazón y en su mente.

Ver en la oscuridad sí es un súper poder, porque toma mucho tiempo y mucho esfuerzo aprenderlo, y nos permite crear valor. Aprender a ver en la oscuridad no es cuestión de los ojos físicos, sino de los ojos de la mente y el espíritu.

Pepe Macías

pepe@dialogoenlaoscuridad.com.mx