Luz interior

17 septiembre, 2020

La presente pandemia nos arrojó de frente contra la única constante de la vida: todo es cambio, la vida es incierta.

descubrimos que todo lo que creíamos estable y duradero no lo es; la epidemia nos llevó a confinarnos en casa y ni la tecnología más avanzada nos puede garantizar la salud. Grandes empresas realizaron despidos masivos, mientras que otras simplemente desaparecieron. De pronto era arriesgado salir de casa; no era aconsejable ver a tus amigos y a tu familia. Actividades que dábamos por sentado, como ir a un restaurante, a la oficina, a la escuela o a una fiesta, se convirtieron en peligros.

Muchos de nosotros estamos ansiosos o francamente tristes por no poder estar con la gente que queremos; otros nos sentimos atrapados, aislados, desesperanzados y con nuestras libertades cortadas; y hay otros que estamos lidiando con la situación de pasar muchísimo tiempo con nuestros seres cercanos y tener que combinar todo, casa, escuela, trabajo y ocio en el mismo espacio.

Hoy en día el panorama está nublado, incluso oscuro; es incierto saber hacia dónde vamos. El gran cambio llegó y nos dejó desorientados, es como si alguien hubiera apagado la luz de golpe.

Uno de los grandes desafíos que veo en la situación actual, es que nuestro sentido de dirección está atrofiado; generalmente el “a dónde ir” de muchas personas está dictado por la dinámica social más que por el genuino reconocimiento de los propios anhelos, somos buenísimos para imitar. La sociedad tenía ciertas directrices, ciertos carriles por los que se nos sugería avanzar en la vida, y como casi todos avanzaban por ahí, nuestra dirección estaba de cierta forma clara. No obstante, nuestras certezas se desmoronaron.

Cuando caminas por una calle iluminada, sabes a dónde dirigir tus pasos gracias a que la luz de las farolas ilumina tu camino. SI esa calle se quedara repentinamente a oscuras, quizá aunque sepas hacia dónde caminar, tu voluntad se vería mermada y tus pasos cesarían. Nos pasa a muchos hoy en día, que diversos factores menguaron nuestro sentido de dirección y resiliencia, por ejemplo la tecnología, la cual nos ha proveído de una sensación de certidumbre a cambio de entregarle nuestra capacidad de discernir. cuando manejamos, usamos aplicaciones de GPS, delegamos nuestro sentido de dirección a una aplicación y hemos relajado muchísimo nuestro sentido interno de orientación. Mucha gente, sin dichas aplicaciones, se siente inerme y llega al punto de ser incapaz de encontrar una dirección.

¿Cuántos de ustedes ya no se aventuran a buscar una dirección sin usar su app de GPS? ¿Cuántos de ustedes se aventuran a salir un fin de semana sin su celular? ¿Cuántos hacen todos sus pagos y sus compras a través de una app? Nos acostumbramos a que dando un par de toques con mi dedo puedo pedir comida o un taxi. Nos acostumbramos a que abro el grifo en casa y sale agua, o que tengo una conexión a internet permanente. Pero ¿cuánto va a durar eso? ¿Qué tan sostenible en el tiempo es? ¿Qué va a ocurrir cuando no tenga internet, o haya crisis de agua potable, o mi app falle, o simplemente se me olvide el celular?

Hoy en día estamos en este túnel penumbroso, avanzando a tientas y sin dirección, o agazapados esperando el momento en que algo de luz externa penetre. No tenemos práctica en identificar, de forma muy honesta, a dónde queremos ir. Estamos acostumbrados a seguir tendencias y no a seguir nuestros verdaderos anhelos.

Una de las prácticas que más me han ayudado como persona ciega es, paradójicamente, cultivar mi visión, practicar mi sentido de dirección. ¿Qué es lo que anhelo realmente? ¿Qué es lo que mi corazón o mi espíritu o mi razón de verdad quieren? ¿EN dónde me sentiría bien, tranquilo y realizado?

No son prácticas fáciles. Tampoco son prácticas con resultados inmediatos. Es como el escultor, que lentamente y con paciencia comienza a tallar una gran roca amorfa y tremendamente sólida, hasta que al pasar de los días y los meses, comienza a adivinarse una escultura en esa piedra. Es como la gota de agua que por años y por siglos ha martillado la misma piedra en el subsuelo, hasta erosionarla y formar una estalactita.

EN el equipo de Diálogo en la Oscuridad sabemos perfectamente lo que es sufrir a causa de los cambios. Hemos perdido nuestra vista, y hemos estado enfrentados con situaciones dolorosas que parecían no tener solución. ¿Pero sabes qué? También sabemos perfectamente cómo adaptarnos a los cambios. Sabemos cómo superar situaciones que parecerían no tener salida. Y a esa cualidad nosotros la llamamos Luz Interior.

Cuando no puedes ver y tu discapacidad es irreversible, nadie puede devolverte la vista. Cuando no puedes ver y vives en un mundo que está lejos de ser incluyente y equitativo, nadie puede garantizarte bienestar y plenitud. Es entonces cuando entiendes que la única solución es hacer arder tu luz interior. Como dijo Víctor Frank: “Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”.

Luz Interior significa moldear una mentalidad resistente, motivada y transformadora. Significa desarrollar habilidades para crear y reinterpretar. Luz Interior sobre todo significa determinarte a hacer cosas distintas y entender que en buena parte, eres tú quien crea tu historia.

Queremos compartir este nuevo camino contigo. Queremos que nos permitas acompañarte y caminar juntos este sendero que por hoy, parece ser oscuro. Tenemos la intención de ayudarte a encender tu Luz Interior.

Pepe Macías

pepe@dialogoenlaoscuridad.com.mx